Eran lo que erróneamente se conocían como tierras para el Sol. En realidad estas tierras llamadas del culto, que eran administradas por el Sumo sacerdote (Inca de Urín) y los demás funcionarios religiosos proporcionaban los insumos para la preparación de las bebidas y las comidas que se consumían en las celebraciones de fiestas, así como las ofrendas y la alimentación de los funcionarios religiosos, guardianes y servidores de los templos.
Los dioses a quienes estaban dedicadas estas tierras, eran tanto el Dios oficial de los Incas –Wiracocha- como los dioses regionales de los reinos y señorios conquistados.
Asimismo, en los diversos curcazgos, el Sapainca asignaba tierras a las huacas. Era costumbre andina que cada huaca tuviese su chacra cuya producción sirviese para las celebraciones de ritos y fiestas. Las tierras eran trabajadas por los Hatunrunas locales.
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